Artículo de opinión
Por Dominga Valdez
Cada día en las calles de Puerto Rico, paradas de las guaguas, estación del tren urbano, en tiendas y oficinas médicas, compruebo la necesidades imperantes que tienen las personas en ser escuchadad hasta por un desconocido.
Contarnos en fracción de segundos aún sin conocernos, todas sus situaciones, penas y eso que los abruma y entristece, quizás es una simpleza o realmente necesitaba ser escuchado sin ser juzgazdos, ni interrupidos.
Hablar les libera del pesar, veo sus rostros y ojos llorosos, pidiendo a veces un abrazo de esos que sanan y hablan sin pronunciar frases.
Por eso es que las citas con los psicólogos y psiquiatras siempre están llenas de pacientes, es que cada día la salud mental va en un deterioro constante, se lo digo yo que ando en las calles de Puerto Rico.
Y me topo con inmigrantes y lugareños con situaciones inimaginables, personas deprimidas, sintiéndose muy solas, vacías, muchas veces viviendo con las casas llenas de familiares, pero nadie se detiene a escucharlos porque cada quien tiene sus cosad y andan viviendo su vida y su mundo y luego que cometen un suicidio estándándose golpes de pecho y con arrepentimientos en la funeraria frente al féretro del infortunado/a.
Presta tus oídos para escuchar a quienes estén pasando situaciones difíciles, hablar y ser escuchados resuelve tanto, resuelve muchísimo y puede hasta salvar vidas.
También ofrece un abrazo sin pedirlo, es muy oportuno.
Vivir con solidaridad para servir a nuestros semejantes, debe ser la misión de nosotros aquí en la tierra.
No todo en la vida lo resuelve el dinero, conozco de personas adineradas, con hogares aparentemente estables, con estatus sociales y sin preocupaciones económicas, en el fondo arrastran una tristeza que se nota en sus miradas, pérdidas y opacas.
Ser empáticos, nos humaniza, porque realmente el mundo da muchas vueltas y quizás mañana, nos visiten las adversidades e igualmente necesitemos de alguien que nos escuche, nos abrace fuertemente y pronuncie que “Todo estará bien”.
En este nuevo año que inicia nos pongamos en los zapatos de nuestros hermanos, no importa, raza, religión ni país de origen.
La empatía, es parte del amor a nuestros semejantes.
La verdadera iglesia y religión, está en las calles haciendo el bien a otros, a los menos afortunados, ayudadando sin mirar a quienes les tendemos la mano.
No creo en palabras sin acciones.